Debutó en la segunda película de Tarzán. En la primera tenían un tío en pijama haciendo de mono pero se enganchó a la morfina y... no, esto es mentira, tenían otro mono más pureta. Chita ayudó a calmar la sed de selva y bestias que tenían los cinéfilos de la época de mi abuelo. Siempre feliz en la pantalla, era la alegría de los niños. Se retiró oficialmente a los 30 años pero hizo alguna que otra aparición estelar, como en "Doctor Doolitle".
Dedicó su retiro a la pintura, el tabaco y el pajerío. Pintaba con los dedos como un parvulito, seguro que sus cuidadores le manchaban las manos, le daban folios para que se limpiase y vendían ese papel manchado como obra del chimpancé.
Parece ser que no se enfadaba a menudo pero el día que no estaba de humor lanzaba sus mierdas secas al cielo, no los cuadros sino sus cagallones.
Chita murió de una insuficiencia renal a los 80 años.