Cuando me
regalaron mi primera minicadena allá por el 89 aluciné por colores, toda
moderna se veía con plato para vinilos, casete y radio. Era una cutrada de
Alcampo pero yo me sentía como si fuese dueño de un aparato ultramoderno.
Siempre ponía los cuarenta principales, es lo que tiene la inocencia de la juventud, y solo me molaba un señor que
hablaba como si acabase de descubrir la fórmula secreta de la Coca-Cola: Joaquín
Luqui. Gracias a este señor descubrí los Beatles de verdad, qué pesado todo el
día con el rollo de "Los Beatles que amo", o "El quinto beatle,
o " John, Paul, George, Ringo"… pero al final de tanto repetirlo le
hice caso y le doy las gracias, como se las doy a mi madre por enseñarme a
leer.
Por la radio me
sonaba como un señor de dos mil años y cuando lo vi en la tele aluciné con el
parecido que tenía con Doc de “Regreso al futuro”, lo que fue definitivo para
que en mi mente se consagrase como el padre de todos los locutores del mundo,
el más anciano y sabio, inventor de las ondas de radio y señor que todo lo
sabe. Años después lo terminé destronando como se hace con tu padre.
En fin, que este
señor para mí es como si viniese encerrado en esa minicadena cuando me la
trajeron de Alcampo, todo encogido esperando a que pusiese la radio para poder
hablar. Una vez en los míticos 90 lo vi por Fuencarral en persona y pensé que
se había escapado, me quedé petrificado, lo habría abrazado para darle las
gracias por ser tan majete por la radio pero no pude ni acercarme a él de lo
mitificado que lo tenía. Me quedé todo pailán de Ferrol, mirando como si
estuviese viendo a Papá Noel en verano.